30 oct 2011

"NO SE LA HALLOWEEN, ES DÍA DE MUERTOS"

@BarbaraCabrera

“Yo no le tengo miedo a la muerte, pero sí al modo como he de morir.
Quisiera hacerlo como Don  Quijote, cuerdo y con el ánimo sosegado”
Luis González Obregón

Las tradiciones dan identidad a un país; preservarlas corresponde a cada uno de nosotros. Vivimos en la era de las comunicaciones y la globalización; por lo que la influencia de otras culturas está a la orden del día. En este tenor, es que he decidido dedicar una Nornilandia a una de las tradiciones más fastuosas en México lindo y herido: el día de muertos.
Y ¿Qué es una tradición? la Real Academia Española nos dice que proviene del latín traditĭo, -ōnis y tiene diversas acepciones, a saber: 1) Transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, etcétera, hecha de generación en generación; 2) Noticia de un hecho antiguo transmitida de este modo; y, 3) Doctrina, costumbre, etcétera, conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos.
En esta tesitura, la celebración del día de muertos es de origen prehispánico y honra a los difuntos el 2 de noviembre; dando comienzo el día primero de ese mismo mes. Tal es su trascendencia que la UNESCO ha declarado esta festividad mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; además de llevarse a cabo en distintos países de Centroamérica y Estados Unidos donde existe un porcentaje importante de población mexicana.
Los mexicanos nos reímos de la muerte; es una de las características de nuestra cultura; una manera de manifestarnos, de mostrarnos al mundo. Y el 1 y 2 de noviembre son días en que una inmensa mayoría se agolpa en los panteones, para celebrar a los suyos, a aquellos que se han adelantado en un camino por recorrer. Además de poner altares, comer pan de muerto, deleitarse con calaveritas de azúcar o chocolate; es momento de dedicar unas coplas a quien nos plazca: las famosas “calaveritas”.
Recordemos a Octavio Paz en su laberinto de la soledad, libro que describe la mexicanidad; donde dedica un apartado a “todos santos, día de muertos” del cual elegí para ustedes, mis lectores, algunas líneas:
“La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida. (…) nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de una manera inequívoca que la muerte no nos asusta porque la vida nos ha curado de espantos. Morir es natural y hasta deseable. (…) El desprecio a la muerte no está reñido con el culto que le profesamos. Ella está presente en nuestras fiestas, en nuestros juegos, en nuestros amores y en nuestros pensamientos (…) la muerte nos seduce. La fascinación que ejerce sobre nosotros quizá brote de nuestro hermetismo y de la furia con que la rompemos (…) Calaveras de azúcar o de papel de china, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería e insignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona”
Sin duda, la muerte es símbolo emblemático: causa admiración, temor, respeto e incertidumbre. México lindo y herido es un país rico en cultura y tradiciones; y lo que gira en torno a la fiesta del día de muertos es como un sello de identidad que da vuelta al orbe y se reproduce en cada rincón de este país.
No obstante, es una celebración por algunos olvidada debido a la apatía de difundirla o a la influencia de países como Estados Unidos que ha permeado con la presencia de Halloween, la cual da motivo a fiestas de disfraces y de tocar puertas para pedir dulces o travesuras.
Mis lectores, los invito a preservar nuestras tradiciones. Promuévanlas entre los suyos y festejemos con ello una manera distinta de rescatar este México lindo y herido.

¡Nos leemos la próxima Nornilandia!