@BarbaraCabrera
“Los
problemas de toda la humanidad, sólo pueden ser resueltos por toda la
humanidad”
Friedrich
Dürrenmatt
Hace unos
días tuve una reunión en conocido restaurante, ubicado en una de las principales
avenidas de la ciudad donde habitualmente vivo. De repente pasa una moto de
bajo cilindraje a una velocidad que le es propia, emitiendo ruido estruendoso;
seguida de vehículos cuya melodía ambiental eran claxonazos. Punto y seguido
las chimeneas particulares y colectivas que dejaban a su paso una estela de
contaminación que sofoca los pulmones; y que decir de los irrespetuosos fumadores
que van echando humo en vía pública, el cual literalmente se tragan los que van
atrás. Mi reacción fue observar alrededor para advertir la reacción de los demás
comensales, así como de quienes pasaban caminando, incluidos los paseantes y
turistas; sus rostros impávidos, inexpresivos. Absortos con sus audífonos,
tomado fotografías, texteando con teléfonos móviles, o tomándose la selfie del recuerdo. Ahí parecía no estar pasando nada, cuando
realmente ocurría de todo.
Tuve un flashback, cuando niña ya observaba los
acontecimientos a mi alrededor, alguna vez lo sintetice dibujando un cielo
caído; mi compromiso con un cambio medioambiental ha sido constante y se
extendió con el paso de los años al ámbito socio-político, desde la palestra
ciudadana.
Todo ello, me
llevó a recordar una columna que hace unas semanas decidí dejar en el tintero,
de esas que por alguna razón no publiqué; debido a que unos temas superan a
otros y así.
No obstante, en
esta ocasión elijo sacarla de mis archivos porque considero constituye un
llamado urgente a sensibilizarnos. Y agrego, a ser más solidarios, empáticos,
responsables, proactivos; ofrecer lo mejor de nosotros a la comunidad, a cuidar
el medio ambiente, a comprometernos, a cuidar el lugar donde vivimos. A
consumir local y pensar global, a donar lo que no necesitamos; apoyar a quien
no tiene asistencia, trabajar en equipo, ser ejemplo.
Dicho lo
anterior, va ese texto.
Suelo
escuchar una estación de radio llamada RMX, admito que me he vuelto una asidua
radioescucha de algunos de sus programas: despierto con spanglish, continúo con Audiorama y sigo con El Golpe de Estado de
la mañana [coup d'État]
cuyo conductor es Gonzalo Oliveros –quien dicho sea de paso es el Coordinador
de la estación- un hombre polémico, frontal, contestatario, ácido; que no teme
emitir su opinión y hablarle de manera contundente a las autoridades, opinar
sobre políticas públicas, de temas locales, nacionales e internacionales. Punto
y aparte el trato público que tiene hacia sus subordinados; situación por la
que igual es amado y odiado, pero pocas veces ignorado. El tema de esta
Nornilandia no es analizar a @Goliveros, sino reflexionar en torno a un
ejercicio radiofónico atrayente que de repente él y sus comunicadores llevaron
a cabo hace algunas semanas. Comenzamos a digerirlo de manera paulatina con los
viniles dejando atrás la utilización de las redes sociales y diciendo ¡venga la
comunicación vía telefónica!; luego con la incorporación de discos compactos y
la interacción por correo electrónico; después se abriría el canal de
acercamiento con los radioescuchas a través de Facebook. Esto es, se regresó a los orígenes; a la radio artesanal.
Para algunos fue grato, otros tantos quejumbrosos pugnaban por el regreso del RMX
habitual.
A los consumidores
de kilohertz nos ofrecieron una
campaña para alertarnos y hacernos reflexionar de algo que muchos observamos y
hemos divulgado a través de diversas maneras y en múltiples palestras: vivimos en
una era de hombres de ceniza; baste escuchar el siguiente promo que subí a mi
cuenta de SoundCloud para darse una idea completa de porque esta aseveración: http://bit.ly/2aDob6O [voz y
derechos de Fernanda Tapia]
Esta es la
contribución de RMX, que a través de sus micrófonos [selección musical
incluida] nos han transportado -a quienes deseamos hacerlo- a deliberar acerca
de la situación que impera y de la que todos somos presas. Al final, las
problemáticas y consecuencias las padecemos todos, solo es cuestión de tiempo y
cantidades.
¿Queremos que
ese sea el camino? ¿Podemos hacer algo por cambiar ese fatídico destino?
¿Estamos a tiempo? ¿Quién o quiénes tienen que intervenir? ¿Cuál es el papel
que cada uno de nosotros representa en esta era de los hombres de ceniza?
Reflexionemos.
Actuemos. Es posible que mañana sea tarde.
PD. Dejo por
aquí esta dosis musical: la sinfonía 9° de Beethoven, conocida como el himno a
la alegría ¡que sirva como inspiración! https://youtu.be/o4BexIOCB6Y
[acá entre nos, de toda las melodías, esta es mi preferida]
Es todo por
hoy.
¡Nos leemos
la próxima Nornilandia!