4 oct 2017

LAS LEYES NO VALEN NADA

"Estamos en una época donde unos [los legisladores y gobernantes] y otros [los ciudadanos] creen que los problemas se resuelven con la simple expedición de leyes, ¡nada más alejado de la realidad!
@BarbaraCabrera

Mi anhelo es que el título de esta Nornilandia lo hubiesen leído al estilo José Alfredo Jiménez quien, con sentimiento vernáculo, dedicó una canción -que hoy se considera un ícono- a León, Guanajuato [México] en la cual dijo: la vida no vale nada.
Explico porque digo lo mismo de las leyes.
Uno de estos días, un entusiasta fan de las leyes se acercó a mi mundo de investigación. Con frenética emoción me contaba la manera en que estaba aprendiendo acerca del Sistema Nacional Anticorrupción y de cómo a partir de la expedición de su marco legal podremos combatirla. Antes, en una reunión de esas que suelo tener con grandes amigos para planear como conquistar el mundo, uno de los presentes alabó el sistema jurídico con el que cuenta este país. Recurrentemente en Twitter veo opiniones acerca de las reformas estructurales, los aplaudidores las defienden a ultranza, mientras que los analistas y críticos, hacen saber su descontento. En la academia, se vive la parte romántica, esa donde los alumnos creen que las leyes ¡son lo máximo!
Los que me conocen, ya sabrán cual fue mi respuesta. A quienes no, ahí les va.
Sé como se hacen las leyes, conozco sus intestinos y sistema digestivo. Debo decir que no es lo que muchos creen o piensan.
Las leyes se acumulan cuando se quieren frenar acciones, se expiden ante la inminente pérdida del control. Para dar soluciones mediáticas: ¡háganse las leyes! como si quienes ocupan merecida o inmerecidamente una curul fueran alquimistas o tuvieran el monopolio de los poderes de una varita mágica.
No obstante, la ignorancia de muchos salta a la vista cuando proponen, dictaminan y en ocasiones mandan a la congeladora legislativa aquellas propuestas que son contrarias a sus intereses, creencias, filias o fobias.
Para ejemplo, baste echarles un vistazo a las recientes adecuaciones legales y expedición de ordenamientos [pongan ustedes el nombre del Congreso o la Cámara de que se trate, o tal vez todos juntos] Las primeras, relacionadas a incrementar penalidades o incorporar nuevos delitos ¡como si con este simple acto, la inseguridad y conductas delictivas se inhibieran! Y no veo que se promuevan mecanismos novedosos de prevención, alfabetización digital o un sistema educativo que vaya más allá de las simulaciones del señor Aurelio Nuño, habilitado como Secretario de Educación, quien por solo saber “ler” confunde a una astrónoma con una astróloga ¡PLOP y recontra PLOP!. Tratándose de leyes imperan los miedos y la represión, como medidas de control por parte de los poderosos. La segunda, derivada del nerviosismo legislativo para crear más instituciones que den chamba a los cuates o para tapar las ineptitudes e ineficiencias de las existentes.
Sistema Nacional y los estatales Anticorrupción (y la corrupción sin freno), incremento a penalidades y nuevas figuras delictivas (y la inseguridad se incrementa), Leyes de austeridad y gasto público (y los funcionarios y gobernantes se despachan con la cuchara grande); regulaciones, leyes nuevas y renovadas (y los estándares en la calidad de vida nomás no se ven reflejados). Mecanismos de participación (y la ciudadanía, vapuleada y ninguneada); instituciones para todo y unos cuantos (y la burocracia ineficiente crece, se regodea y servil, sirve a los mandatos de sus patrones, olvidando que les pagamos con nuestros impuestos), instituciones de papel creadas por mandato legal (al servicio de los poderosos para protegerlos y llegado el momento, exonerarlos. Leyes, leyes, leyes para todo.
En esta tesitura, la pregunta más importante que debe ponerse en un cuadro luminoso en la oficina de todos los curuleros-legisladores es ¿Realmente es necesaria la legislación que se quiere elaborar e implementar? Téngase presente: las malas leyes hacen perder la confianza en las instituciones y contribuyen al descrédito del Poder Legislativo.
Muchas leyes, nacen muertas. ¡Sépanlo!
¿Algún día podremos dejar de decir que las leyes no valen nada?
Posdata. Ésta es una columna de opinión, para profundizar invito a que lean mis artículos relacionados al Poder Legislativo publicados en Quaestionis, revista de divulgación científica http://bit.ly/2vY0FYy, así como mi aportación para el libro “Apuntes contemporáneos de Derecho” llamada Desregulación Legislativa, bajo el sello editorial PaideiaMx http://bit.ly/2fE7hGD
Es todo por hoy.
¡Hasta la próxima Nornilandia!